El ratón de la mancha morada, de Fran Sierra, es un libro que se mueve entre la poesía y la prosa con naturalidad. Su estilo es libre y en cada página se siente el deseo del autor de transmitir emociones más que contar historias convencionales. La musicalidad de las frases, el ritmo pausado y las imágenes evocadoras crean un efecto casi hipnótico. No es una lectura para devorar de un tirón, sino para saborear poco a poco, dejando que cada idea se asiente y florezca en la mente del lector.

Uno de los aspectos más destacables es la forma en que el lenguaje simple se convierte en una herramienta poderosa para generar sensaciones. No hay ornamentos innecesarios, solo palabras que fluyen con ligereza y que, sin esfuerzo aparente, construyen escenas llenas de magia y profundidad. Me llamó la atención cómo el autor transforma lo cotidiano en algo extraordinario, como cuando describe la música como un refugio o cuando convierte el paisaje en una pintura llena de colores vivos.
El tono del libro oscila entre lo filosófico y lo infantil, en el mejor sentido de la palabra. A veces parece que estamos leyendo pensamientos de un niño que observa el mundo con asombro, y en otros momentos nos encontramos con reflexiones propias de un adulto que ha visto y sentido mucho. Esta mezcla lo hace accesible para lectores de todas las edades, porque cada uno podrá interpretar sus mensajes a su manera.
Si buscas una lectura tradicional con una estructura clara, puede que este libro te sorprenda, porque rompe con las normas habituales. Pero si te dejas llevar por su estilo poético y su capacidad para transmitir sensaciones, descubrirás un pequeño tesoro de palabras que brillan con luz propia.
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