Uróboros, de Mila Takarai, es una novela que sorprende por su profundidad conceptual dentro de una narrativa que, a primera vista, podría parecer un simple thriller juvenil. Lejos de eso, lo que la autora construye es una trama poliédrica, con múltiples capas y referencias, ambientada en un mundo distópico cuidadosamente diseñado. Avalon, la ciudad donde transcurre la historia, es casi un personaje más: una utopía autosuficiente que, a lo largo del relato, revela grietas profundas.

La desaparición de Loreley Sterling, joven estrella de una banda musical, sirve como detonante de una investigación policial que pronto se transforma en una introspección colectiva. La narración se estructura desde la mirada de Patrick von Lindemann, un joven detective cuya lucidez se ve puesta a prueba por el desgaste emocional, los vacíos legales y las tensiones morales del caso. Los interrogatorios están cargados de tensión psicológica, y cada personaje parece esconder más de lo que dice. En este sentido, la novela se convierte en un estudio sutil sobre la manipulación, la fama y los límites de la verdad.
Takarai equilibra bien la acción con la introspección. El ritmo es sostenido, y el uso de símbolos como el uróboros (la serpiente que se muerde la cola) no es decorativo, sino esencial al mensaje del libro: lo cíclico de los traumas, la repetición de los errores, la ilusión de control. Hay un cuidado especial en el lenguaje y un uso inteligente de los diálogos como herramientas narrativas.
Una lectura recomendada tanto para quienes buscan una historia con misterio, como para lectores que valoran las obras con subtexto, donde cada detalle cuenta y nada es gratuito.
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