Hay personajes que se instalan en el corazón del lector sin alardes, sin estridencias. Marcus es uno de ellos. Desde las primeras páginas de Las Crónicas de Marcus, te das cuenta de que no estás ante un héroe épico al uso, de esos que conquistan a espada o con discursos grandilocuentes. Marcus conquista desde el silencio, desde la duda, desde su capacidad de mirar el mundo con asombro. Y eso, créeme, lo hace inolvidable.

Su historia arranca con una herida: el abandono. No es un recurso dramático, es el punto de partida de una sensibilidad finísima que atraviesa toda la novela. Marcus no niega su pasado, lo lleva consigo como quien acarrea un equipaje que todavía no sabe si soltar o abrazar. Y eso lo humaniza. Cada decisión que toma, cada paso que da, está marcado por esa necesidad genuina de entender su lugar en el mundo y, sobre todo, de conectar con los demás.

Lo más hermoso es que su fuerza no proviene del poder, ni siquiera del linaje que más tarde descubrirá. Proviene de su ternura. Sí, has leído bien. Marcus duda antes de actuar, siente antes de decidir, y se maravilla con detalles que muchos pasarían por alto. ¿Una hoja seca convertida en arte? Para él no es banalidad: es lenguaje del alma. Ese gesto, aparentemente mínimo, se convierte en símbolo de algo más profundo: su conexión con la belleza de lo simple, su forma de resistirse a la brutalidad del mundo.

Maritza Vicenta escribe a Marcus como quien talla una escultura con delicadeza. No fuerza su crecimiento, lo deja fluir. Y tú, como lector, te sientes privilegiado de acompañar ese proceso. Porque en un género como la fantasía, donde a menudo se impone la acción, esta novela apuesta por la introspección, por lo emocional, por la construcción de un personaje que, más que salvar un reino, aprende a salvarse a sí mismo.

Las Crónicas de Marcus es, en el fondo, un canto a la sensibilidad como forma de resistencia. En un mundo que a menudo castiga a quienes sienten demasiado, Marcus nos recuerda que no hay mayor fortaleza que abrirse a la emoción, que no hay mayor heroísmo que seguir creyendo en el amor, aun cuando todo parezca perdido.

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